LA HUMILDAD COMO EXPRESION DE PAZ INTERIOR,
AUTOESTIMA SALUDABLE Y AMOR
La humildad es la ausencia total de orgullo, se le asocia además a personas pertenecientes a una clase social vivida pobremente. Pero en realidad la humildad es una virtud que no depende de condición social alguna, pues refiere la capacidad humana de ver las personas y la vida con total desprendimiento y apertura, con noción de igualdad y de unidad.
Una persona humilde posee la habilidad de la no discriminación y la capacidad de apreciar todo lo bueno en las demás personas, sin competencia ni temor, percibe su propio yo con amplia objetividad, no se siente inferior ni se menosprecia pero estima sus capacidades con gran sencillez y naturalidad.
La humildad como dijéramos antes es la antítesis de la soberbia y el orgullo, por lo tanto, concede a los demás el beneficio de la duda, y quien la experimenta esta siempre dispuesto a reconsiderar y a revisar posturas, ya que cuando es acompañada de fortaleza y seguridad, aprende que en cualquier lugar y con cualquier personas puede encontrar y aprender cosas mágicas. Es una virtud que conduce igualmente acompañada de algunas otras a facilitarnos el aprendizaje, pues quien es humilde, no se considera suficientemente sabio y mantiene la postura de un magnifico oyente, los humildes pueden ser personas muy elocuentes, pero nunca charlatanes, y raras veces hablan de sí mismo, pues no requieren de continua adulación, sino el reconocimiento natural que requiere el piso afectivo de cualquier persona.
La humildad es un rasgo de personalidad de seres especiales como Jesucristo, Ghandi, Sai Baba, Gautama Sidharta (El Buda) y otros tantos que han pasado por esta tierra, por tanto está demás decir que es un rasgo digno de imitar.
Generalmente es expresión de paz interior y autoestima saludable, pues el humilde no se percibe en competencia de referencia externa. En realidad es una virtud que permite desplegar de manera pulcra la actividad tanto de facilitadores como de alumnos, según el rol en que nos encontremos, roles en los que la escucha es de valioso uso.
En este punto recordamos entonces la maravillosa habilidad del humilde de guardar silencio en ambos roles; en el del facilitador, cuando logra a través del facilitado un proceso de limpieza o drenaje, y en el facilitado cuando necesita guardar silencio y abrir amorosamente sus canales de comprensión para permitir el ingreso de la información proveniente de su facilitador.
La humildad habla de un corazón amante y sincero, que no teme a ser sobrepasado, pues aprecia el nivel de crecimiento de cada ser. Aprender a ser humildes explorando nuestro corazón la desaparición del orgullo y la soberbia nos permite aumentar nuestro equilibrio interior y mejorar notablemente nuestro trato con las personas, asimismo entiende el merecimiento como algo personal, lo cual no requiere de trampolines humanos, sino de relaciones y conexiones armónicas.
Para aprender a ser humildes debemos dominar nuestro instinto permanente de juzgar y criticar a las demás personas, y de sentirnos superiores; no significa que no podamos sentirnos especiales, pero no debemos olvidar que nuestra especialidad deviene que somos seres únicos e irrepetibles, y que igualmente todas las personas también lo son y que esto representa nuestra riqueza y nuestro carácter de exclusividad, el cual compartimos con todos, ya que a pesar de exclusivos somos un trozo de la misma cosa, es decir, solo uno con todo.
Lo expresado entraña una autoestima alta y saludable, es decir querernos mucho en nuestra verdadera dimensión y valía, sin temor y con amplia objetividad; sentirnos humildes o ser humildes no nos hace seres frágiles, pues la llaneza del alma puede ser un rasgo en su propia fortaleza, no necesariamente de su debilidad; recordemos que el equilibrio y la armonía es la base de todas las cosas, y el hecho de que las demás personas perciban nuestra mansedumbre de ese modo no les dice nada de nuestra propia fortaleza, por lo que no tenemos que desgastarnos en explicaciones innecesarias, debemos limitarnos a ser y dejar ser, a vivir y dejar vivir.