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viernes, 31 de julio de 2015



LA HUMILDAD COMO EXPRESION DE PAZ INTERIOR, 

AUTOESTIMA SALUDABLE Y AMOR 

La humildad es la ausencia total de orgullo, se le asocia además a personas pertenecientes a una clase social vivida pobremente. Pero en realidad la humildad es una virtud que no depende de condición social alguna, pues refiere la capacidad humana de ver las personas y la vida con total desprendimiento y apertura, con noción de igualdad y de unidad. 

Una persona humilde posee la habilidad de la no discriminación y la capacidad de apreciar todo lo bueno en las demás personas, sin competencia ni temor, percibe su propio yo con amplia objetividad, no se siente inferior ni se menosprecia pero estima sus capacidades con gran sencillez y naturalidad. 

La humildad como dijéramos antes es la antítesis de la soberbia y el orgullo, por lo tanto, concede a los demás el beneficio de la duda, y quien la experimenta esta siempre dispuesto a reconsiderar y a revisar posturas, ya que cuando es acompañada de fortaleza y seguridad, aprende que en cualquier lugar y con cualquier personas puede encontrar y aprender cosas mágicas. Es una virtud que conduce igualmente acompañada de algunas otras a facilitarnos el aprendizaje, pues quien es humilde, no se considera suficientemente sabio y mantiene la postura de un magnifico oyente, los humildes pueden ser personas muy elocuentes, pero nunca charlatanes, y raras veces hablan de sí mismo, pues no requieren de continua adulación, sino el reconocimiento natural que requiere el piso afectivo de cualquier persona. 

La humildad es un rasgo de personalidad de seres especiales como Jesucristo, Ghandi, Sai Baba, Gautama Sidharta (El Buda) y otros tantos que han pasado por esta tierra, por tanto está demás decir que es un rasgo digno de imitar. 

Generalmente es expresión de paz interior y autoestima saludable, pues el humilde no se percibe en competencia de referencia externa. En realidad es una virtud que permite desplegar de manera pulcra la actividad tanto de facilitadores como de alumnos, según el rol en que nos encontremos, roles en los que la escucha es de valioso uso. 

En este punto recordamos entonces la maravillosa habilidad del humilde de guardar silencio en ambos roles; en el del facilitador, cuando logra a través del facilitado un proceso de limpieza o drenaje, y en el facilitado cuando necesita guardar silencio y abrir amorosamente sus canales de comprensión para permitir el ingreso de la información proveniente de su facilitador. 

La humildad habla de un corazón amante y sincero, que no teme a ser sobrepasado, pues aprecia el nivel de crecimiento de cada ser. Aprender a ser humildes explorando nuestro corazón la desaparición del orgullo y la soberbia nos permite aumentar nuestro equilibrio interior y mejorar notablemente nuestro trato con las personas, asimismo entiende el merecimiento como algo personal, lo cual no requiere de trampolines humanos, sino de relaciones y conexiones armónicas. 

Para aprender a ser humildes debemos dominar nuestro instinto permanente de juzgar y criticar a las demás personas, y de sentirnos superiores; no significa que no podamos sentirnos especiales, pero no debemos olvidar que nuestra especialidad deviene que somos seres únicos e irrepetibles, y que igualmente todas las personas también lo son y que esto representa nuestra riqueza y nuestro carácter de exclusividad, el cual compartimos con todos, ya que a pesar de exclusivos somos un trozo de la misma cosa, es decir, solo uno con todo. 

Lo expresado entraña una autoestima alta y saludable, es decir querernos mucho en nuestra verdadera dimensión y valía, sin temor y con amplia objetividad; sentirnos humildes o ser humildes no nos hace seres frágiles, pues la llaneza del alma puede ser un rasgo en su propia fortaleza, no necesariamente de su debilidad; recordemos que el equilibrio y la armonía es la base de todas las cosas, y el hecho de que las demás personas perciban nuestra mansedumbre de ese modo no les dice nada de nuestra propia fortaleza, por lo que no tenemos que desgastarnos en explicaciones innecesarias, debemos limitarnos a ser y dejar ser, a vivir y dejar vivir. 



martes, 21 de julio de 2015



LA CARIDAD

Ser caritativo no es solamente ser generoso con lo que entregamos o compartimos, la caridad refiere amor a los congéneres o al prójimo y es un sentimiento opuesto al de la envidia porque quien ama a su prójimo está feliz por todo lo que logra, en su corazón no cabe ningún sentimiento o celo porque el logro no sea compartido o sea personal.

La práctica de la caridad es fuente de equilibrio personal, porque nos conduce a un vivir confiado y armónico, ya que nuestra preocupación no está puesta en lo que otro produce, sino en lo que nosotros somos capaces de producir, cuando interactuamos siempre compartimos y jamás usamos, porque el mayor regocijo de la caridad es intercambiar, es ceder para ver florecer o en el jardín ajeno, o en el jardín de ambos, nunca solamente en mi jardín; es una expresión de alta autoestima, porque quien la practica se siente capaz de dar sin reserva por cuanto tiene control de sus miedos.

Ser caritativo implica estar seguros de lo que podemos lograr, porque entendemos que no dependemos de lo que otro hace y que cuando damos no perdemos sino que crecemos, el caritativo respeta la ley del fluido, de la que habló Heráclito "todo fluye", y para que todo fluya debo ser parte de los elementos del río o del proceso, permitiendo que algunas cosas lleguen a nuestra vida y otras se vayan, o salgan de la vida de otros y vengan a la nuestra, o lo que es mejor, fluir nosotros mismos cuando tengamos que cambiar de lugar, de vida, de manera de pensar, y dejar que los demás fluyan permitiéndoles también hacer cambios que impliquen evolución. En el universo nada es por mucho tiempo del mismo tamaño ni permanece siempre en el mismo lugar.

El caritativo no pone su atención en sus posesiones ni en sus necesidades, sino en sus habilidades y su certeza de siempre tener. El envidioso mide y cuenta sus posesiones y fija su atención en cómo hacer para acrecentarlas y no compartirlas ya que son generalmente egoístas.

La caridad no implica debilidad de carácter, ya que desde el amor se puede corregir, dar, evaluar y ejercer cualquier actividad que requiera de templanza, la gran diferencia es que una visión amorosa dará mejores resultados.

La práctica de la caridad es una de las formas de sentir y expresar nuestro equilibrio, ya que nos permite experimentar amor por el prójimo y expresarlo; por otra parte la manifestación y expresión del amor es una de las formas más eficaces de sanar nuestros miedos.

La explicación de lo expresado deviene de que el afecto crea las bases sólidas de nuestra personalidad, convirtiéndonos en seres seguros y confiados; no en vano el equilibrio emocional en nuestra adultez en gran medida proviene de la cantidad y calidad de afecto que hemos recibido en nuestros primeros años de vida, fortaleciendo nuestra estructura personal y carácter.

Aquellos que nunca han practicado la caridad, suelen ser algunas veces seres inseguros y con poca sensibilidad, pero es una pauta fácil de incorporar en nuestro esquema de vida, entendiendo que la ayuda y apoyo proporcionado debe ser objetivo y con medida sin convertirse en una interferencia de los procesos ajenos.

Ser compasivo y sensible acompañado de la práctica de la caridad debe nutrir a otros y a nosotros, no debe ser una muleta, si no un discreto impulsador que muestre nuestra solidaridad humana a las demás personas.

Solo el que tiene referencia interna o punto focal de crecimiento en su interior, siente un amor desapegado, es decir aquél que es capaz de dar sin condicionar el comportamiento del receptor de manera esclavizante pues utiliza el ego como una herramienta válida de vida y no permite que el ego lo utilice y le haga infeliz.



viernes, 17 de julio de 2015



REFERENCIA EXTERNA Y BAJA AUTOESTIMA

(ENVIDIA)

La envidia es sentir tristeza o rabia de que otro tenga lo que yo no tengo. Es un sentimiento de muy baja vibración y revela la frustración de nuestra baja capacidad de logro y productividad. Denota serios problemas de autoestima y por ende de inseguridad personal, es una característica típica de personas cuyo locus de felicidad se encuentra fuera de ellos; es decir, se distraen en la observación y admiración de la forma de vivir y logros de otras personas y pierden mucho de su tiempo que sirve para fomentar habilidades personales.

La envidia entonces representa una forma de vivir con referencia al objeto, es decir, la competencia que se libra no es contra el propio “yo” que persigue el mejoramiento permanente y sostenido, sino contra el “tú”, lo cual se convierte en una carrera interminable e inalcanzable pues el que compite contra el yo, conoce las debilidades y fortalezas de su adversario, el que compite contra otros (tú) solo conoce los resultados de esos otros, pero sus fortalezas y debilidades no las percibe de manera total, de modo que el mejoramiento basado en ese tipo de competencia suele ser en ocasiones frustrante y agotador.

Una persona equilibrada mira a su alrededor para aprender que hacer y qué no hacer, pero ve el éxito ajeno con alegría y el fracaso ajeno con compasión; esto ocurre porque se conocen así mismos y se aman tal como son y su percepción acerca del éxito y el fracaso es mucho más elevada que su deseo de competir. Esto no significa que una persona equilibrada no desee cambios en su vida, o sea incapaz de observar que actitudes o aptitudes ajenas imitar; de hecho uno de los métodos de enseñanza y aprendizaje implementado respectivamente de acuerdo al lado en el que nos encontremos, es el modelaje, es decir que observamos patrones que funcionan en otras personas exitosas, para generar pautas de éxito en nuestra vida o en la vida de nuestros facilitados.

El problema básico de experimentar frecuentes episodios de envidia, es que además de mostrar nuestra tristeza actual, frena nuestra capacidad de crear, producir y crecer y duplica nuestros motivos para sentirnos infelices; por la sencilla razón que todo aquello que escapa de nuestro control es difícil de manejar pudiendo prever con certeza los resultados, este es el principal motivo por lo que debemos convencernos de que nuestro locus de felicidad (punto de enfoque) debe residir en nuestro interior, de manera que al sentirlo nuestro, lo canalicemos, amemos y desarrollemos con hábil destreza para obtener nuestros cometidos, alcanzar nuestras pequeñas metas, asumir nuestros retos y descubramos la maravillosa experiencia de vencer el desafío humano de ser felices.

Sentir envidia no solo disminuye nuestra energía para actuar, porque emite pensamientos de programación negativa para nuestra propia vida, sino que además lanzamos emanaciones de igual orden al universo y no solo al ser o situación que es objeto de nuestra envidia. En este sentido no solo dejamos de aportar al universo, sino que además le restamos, lo desequilibramos y lo desordenamos.

Probablemente mucho de los elementos que nos conducen a sentir envidia provienen de patrones aprendidos en nuestra infancia, por haber de alguna manera copiado la forma en la que nuestros padres y familiares percibieron o perciben la vida; y otra porción al hecho concreto de haber vivido numerosas experiencias que lesionaron gravemente nuestra autoestima, indicándonos o grabando en nuestro inconsciente que nuestra capacidad de logro era limitada.

Si escuchamos repetidas veces que "no podíamos", "no sabíamos" entre otras cosas nuestras imágenes frenadoras probablemente sean muchas y nuestra capacidad de arriesgarnos y asumir retos es inversamente proporcional a nuestros frenadores, es decir más freno menos logro. Esto tiene relación con nuestros miedos, lo cual quiere decir si temo, me paralizo; entonces, cuál es el problema de paralizarme? Evidentemente que mis logros son menores y llenaré mi vida de añoranzas de tener lo que otros logran.

Existen dos maneras de abordar dicha experiencia:

1.- Si nuestro corazón fue formado a través de un espíritu compasivo y amoroso, la añoranza no es activamente dañina, o por lo menos el daño que causa no se extiende por cuanto aún cuando podemos sentirnos frustrados no volcamos nuestra frustración en otros y no sentimos envidia de ello.

2.- Si hemos crecido alrededor de personas con altos niveles de frustración o vivimos a nuestro alrededor, rechazo, indiferencia muy probablemente nos tornaremos envidiosos y aquél éxito de nuestro hermano o amigo que debe hacernos sentir gozo, nos herirá y entristecerá.

Es realmente nocivo sentirnos así, pues ni crecemos ni dejamos crecer y nos convertimos en una piedra en nuestro camino y en el camino de todo el que se nos acerque, lo más triste es que nunca entenderemos que es nuestra única responsabilidad y que únicamente comenzando a percibir la vida de otro modo nos aliviaríamos de tan desagradable sentimiento, además de atraer a nuestro alrededor una vez eliminada la postura envidiosa, a personas con nuestra misma energía vibratoria, es decir sin mezquindad en su corazón.

Quien tiene baja autoestima no confía en su voz interior porque realmente se encuentra desconectado de ella, por lo que busca las voces del externo o lo que es lo mismo las opiniones ajenas que se expresan en la necesidad de palabras de reconocimiento, para proceder con un poco de seguridad.



viernes, 10 de julio de 2015



GENEROSIDAD O CAPACIDAD DE DAR Y COMPARTIR

La generosidad es un atributo de la naturaleza, experta por excelencia en la justa distribución de los bienes y en la que existe de todo para todos, inspirada en la armonía y el equilibrio. La generosidad es una virtud que habla de las bondades del alma y representa obrar con magnanimidad y nobleza de ánimo, quien es generoso siente alegría de compartir lo suyo, no siente temor de perder al compartir ni entiende el compartir como una disminución de patrimonio; la generosidad adecuadamente experimentada, es una herramienta para crecer y hacer crecer a nuestros congéneres.

Quien logra ser generoso maneja energías de equilibrio, porque su nivel de inseguridad y miedo es generalmente bajo. Ahora bien, nuestra generosidad no debe ser una forma de interferir en el aprendizaje ajeno, debe tener carácter compasivo pero limitado a no destruir una experiencia ajena de crecimiento.

La generosidad no incluye solamente nuestra percepción acerca de la forma de compartir el dinero sino el tiempo, el afecto, el espacio, etc., solo le resulta fácil compartir a aquél que no tiene miedo de perder y que considera que es abundante en todos los ámbitos de su vida.

La generosidad está relacionada con la ley del desapego a la que se ha referido DEEPAK CHOPRA y tiene que ver con el sentimiento que tenemos hacia todo lo que no somos nosotros mismos, y al sentimiento de pertenencia. En realidad no venimos a este mundo a poseer, sino a ser o a experimentar nuestro ser o lo que es lo mismo a disfrutar la experiencia de ser.

La pertenencia nos ata con un sinnúmero de elementos externos, como cosas e incluso personas, impidiendo que nos sintamos libres y percibamos la vida sin equipajes; todas las actividades de la vida las realizamos nosotros y no nuestras pertenencias; cuando enfermamos y debemos ser sometidos a una intervención quirúrgica entramos al quirófano completamente desnudos; cuando viajamos debemos dejar el avión en el aeropuerto y el carro en el estacionamiento, es decir, el que entra, sale e interactúa es el ser, aún cuando morimos no podemos llevarnos nada de lo que atesoramos.

Solo una propiedad sana tenemos y es lo que alberga nuestra alma dentro de lo que se encuentra la información, el conocimiento, la sabiduría, la emocionalidad. Quizás podamos trasmitirla, transformarla, compartirla, pero aunque regaláramos su caudal, su verdadera esencia seguiría siendo nuestra. El apego nos hace conocer la avaricia y nos crea y alimenta el sentimiento de necesidad, lo cual solo podemos disminuir aprendiendo la generosidad.

Si instalamos en nuestro ser y ejercitamos este hermoso sentimiento, romperemos todas nuestras ataduras, porque un corazón generoso necesita ser libre y la libertad emocional es el mayor desafío de un hombre.

Si preguntaras como lograrlo podría decirte que empieces por revisar tu capacidad de compartir; lo que comes, lo que ganas, lo que amas y empezaras a abrir una válvula de drenaje para darte la oportunidad de diezmar y permitir que fluya parte de la energía material y emocional que represas cuando te dejas seducir por el apego.


viernes, 3 de julio de 2015



TOMAR Y RECIBIR

Es importante manejar una adecuada percepción de los conceptos tomar y recibir, ya que estos conceptos y la percepción que manejemos de ellos, es la expresión de lo que somos y lo que merecemos sembrada profundamente en nuestra conciencia y esto se hace visible tanto en nuestra prosperidad, como en nuestra salud y necesidades emocionales.

Como consecuencia de ello manejamos dichos conceptos en cada área de nuestra vida, creando reflejos particularizados en ella, lo cual determina experimentar relaciones de pareja saludables o tóxicas, buena o mala salud y holgura o escasez económica, por ejemplo revisemos el concepto de avaricia.

La avaricia es una pauta personal que conlleva a un afán desmedido de adquirir y atesorar riquezas. La idea del hombre por aumentar su patrimonio y obtener un mejor nivel económico no es censurable, sin embargo lo reprochable es todo aquello que produzca desequilibrio personal y emocional. El avaro centra su atención completamente en el afán de producir, porque inconscientemente siente temor a la escasez económica ó lo que es lo mismo, tiene conciencia de pobreza, por lo tanto le resulta más fácil recibir que tomar o dar; esto significa que hay un desequilibrio en su interior porque experimenta de manera excesiva miedo a no tener dinero, que desde su punto de vista puede ser lo único que le produzca seguridad y felicidad.

Desear tener y trabajar para ello es uno de los desafíos del hombre; pero debe ambicionarse tanto la riqueza emocional como la material con sentido de equilibrio y el orden es el mencionado, la exploración del ser interior y el aprecio por los valores humanos, debe ser un elemento de partida para la fluidez de la riqueza, no necesariamente fluye el equilibrio emocional porque haya riqueza material, mas sin embargo es más probable que fluya la riqueza material cuando hay riqueza emocional o calidad humana, siempre y cuando esté acompañado de una conciencia saludable del merecimiento y la expresión del ser.

Lo que nos conduce a la avaricia, es nuestra visión acerca de la vida, es reflejo de la percepción de nuestras necesidades, ya que se nos ha enseñado cultural o familiarmente que la seguridad y equilibrio emocional esta basado en la holgura económica o riqueza material.

Ciertamente con el manejo de recursos económicos pueden solventarse algunos embates de la vida, pero ese tipo de recursos que no pertenecen en sentido estricto al ser, sino que son recursos externos proveídos por el universo, nos aportan soluciones momentáneas y pasajeras, pero aquellas imperecederas con las que vamos a todos lados fluyen de nuestro interior, por eso debemos cuidar que lo que emerja de nuestro interior sea puro y poderoso, para que al salir e interactuar regrese a nosotros con mayor poder.

La necesidad de ser avaros nos surge de una necesidad creada por nuestros miedos que nos indica, que somos seres indefensos sin riqueza material. Lo expresado indica que adquiriendo seguridad y deshaciéndonos del temor de que solo la protección material nos asiste, disminuirá nuestro afán por acumular riqueza, el afán entonces se sustituiría por la certeza de que se merece todo y la abolición de la necesidad como una sensación personal de existencia, por el contrario la conciencia de abundancia es la que hará que la abundancia sea una realidad en nuestra vida.

La abundancia es una condición natural del universo, y podemos disfrutar de ella como derecho adquirido porque somos un elemento más del universo, el único en nuestro tipo y estilo, auténtico y original cada uno de nosotros con un infinito mundo de posibilidades; pero nuestra certeza personal de acceder a esas posibilidades, es la que nos garantiza la propiedad de esa abundancia, no es tan solo el deseo o la necesidad de tenerlo, sino la intención bien canalizada y experimentar la emoción adecuada que pondrá en nuestras manos esa abundancia lejos de cualquier sentimiento avaro.

Las necesidades del hombre en su mayoría provienen de sus miedos y sus miedos se convierten un una forma de percibir la vida, que los acompaña muchas veces durante toda la vida. Cuando aprendemos que el mundo es un lugar seguro y que estamos en una dimensión manejada por la intencionalidad, nos relajamos para trabajar sin presión ni carrera contra nada, asimilando que debemos sustituir la sensación de necesidad por sensación de abundancia, pues a un universo generoso no podemos responderle con mezquindad y temor porque contrariamos las leyes que rigen su desenvolvimiento y dejamos de ser armónicos con él.

Al momento de dar debemos dar sin miedo porque estamos tomando para repartir del causal universal que está a nuestra disposición; cuando recibimos debemos hacerlo con la seguridad de que merecemos lo que el universo nos envía como herederos universales del padre celestial, “entonces debemos pensar que no vamos detrás de los recursos materiales o emocionales, ellos vienes detrás de nosotros”.



Lo expresado pondrá en movimiento el mecanismo mediante el cual el universo funciona “todo fluye”, si así lo entendemos bailaremos la danza de la abundancia en todo su esplendor. Para lo cual la sensación interior debe ser “no necesito cosas, solo las quiero”, ya que la palabra necesidad es una palabra que en sí misma encierra pobreza.