La
templanza es la virtud de moderar los apetitos y los placeres de los sentidos,
se corresponde con una emoción de equilibrio, enseña a nuestro ser a manejar las
tentaciones y experimentar los apetitos del cuerpo físico con sentido de
prudencia y armonía. Adquirir la virtud de la templanza
incorporándola a nuestro temperamento y perfil emocional nos permite ser
comedidos y sosegados en nuestra experiencia de vida sin limitarnos la
posibilidad de vivir placeres que alimenten nuestro cuerpo y nuestro ser, es
una herramienta de autocontrol que nos ayuda a dominar nuestra voluntad y a
tomar las riendas de nuestra vida permitiéndonos tomar decisiones adecuadas que
estén por encima del ego.
De
hecho un ser templado puede definirse como un ser sereno, pero que tiene
entereza; esta pauta emocional no persigue crear seres robóticos y con
condiciones sentimentales uniformes, por cuanto cada uno de nosotros tiene
elementos personales y particulares que al aprender una destreza emocional se
adecúa a su estilo, que esencialmente debe conservar su espontaneidad y
autenticidad, sin embargo aprender emociones de poder nos ayuda a ser más
eficaces en nuestras acciones y a tener relaciones interpersonales de mayor
calidad, lo cual inexorablemente nos proporciona mejor calidad de vida.
El
conocimiento y aprendizaje de la templanza nos fortalece el espíritu y mejora
nuestra capacidad de respuesta ante los embates y vicisitudes de la vida,
fortaleciendo nuestro carácter y nuestra capacidad de decidir con criterio de
ecuanimidad y justicia.
La
templanza concebida desde el punto de vista místico, no solo sirve para
contrarrestar la gula, sino otros placeres del cuerpo, por ejemplo la lujuria,
ya que un ser moderado maneja sus energías sexuales con sentido de equilibrio,
esto significa que su aprendizaje tiene innumerables beneficios, siendo uno de
ellos la generación de fortaleza y valor.
Para
adquirir poder personal y fortaleza emocional, aprendemos templanza, utilizando
ejercicios que nos inducen al manejo de nuestra voluntad, de alta efectividad
en el trabajo contra vicios o hábitos nocivos y a la incorporación de nuevos
hábitos saludables y crecedores.
La
primera técnica para construir un temperamento templado es la fijación de metas
cortas y pequeños retos, por ejemplo si tomáramos como reto mejorar nuestro
peso, pudiera ejercitarse la siguiente afirmación y ejecutarla en sentido
práctico:
a.-
En relación al tiempo escogeríamos una meta de la siguiente manera: "no
comeré nada, ni tomaré bebidas diferentes a agua en las próximas tres
horas".
b.-
En relación a los pequeños retos seleccionaremos un alimento que nos guste
mucho y lo suprimiremos de nuestra dieta alimenticia por una semana.
c.-
Posteriormente aumentaremos los períodos de tiempo en forma controlada sin que
implique una nutrición inadecuada, por ejemplo: después de haber seleccionado
un régimen sencillo repetiremos el mismo alimento por una semana durante la
cena, para medir la relación de nuestra tolerancia o capacidad de comer
cualquier cosa sin fastidiarnos.
d.-
Suprimiremos progresivamente los alimentos más perjudiciales por intervalos
intermitentes que después de haber vencido el reto de una semana convertiríamos
en un mes. Los intervalos prolongados de tiempo progresivamente convertirán los
vicios en hábitos inadecuados manejables, que posteriormente podremos sustituir
por hábitos adecuados en nuestra alimentación a medida que recuperemos nuestro
autocontrol y el dominio de nuestra voluntad.
La
incorporación de la templanza será progresiva como la del resto de las virtudes
y será directamente proporcional a la energía que inviertas en hacerte diestro
a ella, requerirá un poco mas de monitoreo si el mal hábito es una pauta muy
sembrada en tu cerebro, pero la sustituiremos, con toda seguridad.