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viernes, 19 de junio de 2015

TEMPLANZA / CARÁCTER / CAPACIDAD DE DECISION / PODER PERSONAL

La templanza es la virtud de moderar los apetitos y los placeres de los sentidos, se corresponde con una emoción de equilibrio, enseña a nuestro ser a manejar las tentaciones y experimentar los apetitos del cuerpo físico con sentido de prudencia y armonía. Adquirir la virtud de la templanza incorporándola a nuestro temperamento y perfil emocional nos permite ser comedidos y sosegados en nuestra experiencia de vida sin limitarnos la posibilidad de vivir placeres que alimenten nuestro cuerpo y nuestro ser, es una herramienta de autocontrol que nos ayuda a dominar nuestra voluntad y a tomar las riendas de nuestra vida permitiéndonos tomar decisiones adecuadas que estén por encima del ego.

De hecho un ser templado puede definirse como un ser sereno, pero que tiene entereza; esta pauta emocional no persigue crear seres robóticos y con condiciones sentimentales uniformes, por cuanto cada uno de nosotros tiene elementos personales y particulares que al aprender una destreza emocional se adecúa a su estilo, que esencialmente debe conservar su espontaneidad y autenticidad, sin embargo aprender emociones de poder nos ayuda a ser más eficaces en nuestras acciones y a tener relaciones interpersonales de mayor calidad, lo cual inexorablemente nos proporciona mejor calidad de vida.

El conocimiento y aprendizaje de la templanza nos fortalece el espíritu y mejora nuestra capacidad de respuesta ante los embates y vicisitudes de la vida, fortaleciendo nuestro carácter y nuestra capacidad de decidir con criterio de ecuanimidad y justicia.

La templanza concebida desde el punto de vista místico, no solo sirve para contrarrestar la gula, sino otros placeres del cuerpo, por ejemplo la lujuria, ya que un ser moderado maneja sus energías sexuales con sentido de equilibrio, esto significa que su aprendizaje tiene innumerables beneficios, siendo uno de ellos la generación de fortaleza y valor.

Para adquirir poder personal y fortaleza emocional, aprendemos templanza, utilizando ejercicios que nos inducen al manejo de nuestra voluntad, de alta efectividad en el trabajo contra vicios o hábitos nocivos y a la incorporación de nuevos hábitos saludables y crecedores.

La primera técnica para construir un temperamento templado es la fijación de metas cortas y pequeños retos, por ejemplo si tomáramos como reto mejorar nuestro peso, pudiera ejercitarse la siguiente afirmación y ejecutarla en sentido práctico:

      a.- En relación al tiempo escogeríamos una meta de la siguiente manera: "no comeré nada, ni tomaré bebidas diferentes a agua en las próximas tres horas".

      b.- En relación a los pequeños retos seleccionaremos un alimento que nos guste mucho y lo suprimiremos de nuestra dieta alimenticia por una semana.

    c.- Posteriormente aumentaremos los períodos de tiempo en forma controlada sin que implique una nutrición inadecuada, por ejemplo: después de haber seleccionado un régimen sencillo repetiremos el mismo alimento por una semana durante la cena, para medir la relación de nuestra tolerancia o capacidad de comer cualquier cosa sin fastidiarnos.

     d.- Suprimiremos progresivamente los alimentos más perjudiciales por intervalos intermitentes que después de haber vencido el reto de una semana convertiríamos en un mes. Los intervalos prolongados de tiempo progresivamente convertirán los vicios en hábitos inadecuados manejables, que posteriormente podremos sustituir por hábitos adecuados en nuestra alimentación a medida que recuperemos nuestro autocontrol y el dominio de nuestra voluntad.

La incorporación de la templanza será progresiva como la del resto de las virtudes y será directamente proporcional a la energía que inviertas en hacerte diestro a ella, requerirá un poco mas de monitoreo si el mal hábito es una pauta muy sembrada en tu cerebro, pero la sustituiremos, con toda seguridad.